martes, 26 de mayo de 2015

Lázaro del Siglo XXI

Alcázar de San Juan 26 de Mayo de 2015

Estimado amigo/a:

Ya que me escribe preguntándome por lo ocurrido, sepa usted que soy Lázaro, aprendiz de ganadero y soñador, vivía en un pueblo llamado Alcázar de San Juan, no es que sea muy grande pero para lo que yo aspiro me bastaba. Vengo de una familia ganadera y agricultura y las nuevas tecnologías no nos afectan para nada ya que no teníamos dinero para poder comprarlas.

A mis 14 años soñaba con hacer amigos, trabajar en la gran ciudad y salir de este pueblo en que el me espera trabajo de campesinos. No digo que mi familia me haya maltratado o presionado por el trabajo pero cada vez que veo una televisión en los cristales de las tiendas veía familias con su típico perro, andando por la playa y sonriendo...¡YO QUIERO ESO!, estaba harto de trabajar y no relacionarme con gente de mi edad.

Llegue a decírselo a mi familia que no quería esto y de que quería vivir en la ciudad pero no querían ya que la ganadería y la agricultura es lo único que teníamos, por eso hable con mis tíos que viven en Valencia para trabajar en sus campos de naranjas, mis padres me dijeron que si pero con una condición, que de mayor volviese para ser ya un hombre.

Así es como empezó todo..., Al trasladarme allí todo era sorprendente, sus casas, sus coches, las playas y las personas. Allí todos vestían con ropa de extranjeros y algunos con trajes, corbatas y maletines de colores oscuros. Pero todo duro muy poco y me llevaron de vuelta al trabajo a coger naranjas.

La familia de mis tíos son muy amables, tienen tres hijos, dos chicas y un chico.
Los tres con uno o dos años de diferencias respectivamente. La mayor se llama Clara, la mediana se llama Paula y el menor Juan.

Todos en esa familia son muy trabajadores y la temporada de los naranjos acabo muy temprano por que eramos muchos trabajando en ese campo, gracias a ello me dejaron descansar las dos ultimas semanas y tuve el pensamiento de ir a ver la ciudad con Clara ya que me dijo que quería ir conmigo.

Dispuestos a ir fuimos a ver primero la plaza y los centros comerciales, para mi todo era muy extraño y difícil de entender, el primer día me acuerdo que fuimos con sus amigas, todas las chicas eran guapísimas y divertidas. De lo agobiado que me sentía a ver tanta belleza quería salir de allí fuera como fuera, así que le dije que me sentía mal y quería volver, ella no tardo en despedirse de ellas e irnos a casa. De camino ella me contó que estaba enamorada de un chico, no tarde en decirle que como se llamaba y cuales eran sus características...Me beso, al besarme supe que ese chico era yo...

A la mañana siguiente, me desperté al lado con ella en la cama, no sabia que había ocurrido cuando nada mas levantarme nos vio su hermano Juan, el chico no sabia que pasaba así que no se dio cuenta de nada. Nada mas salir el chico, le dije a Clara que paso anoche, me dijo que se sentía miedo de que yo saliese corriendo por haberme enterado de que yo le gustaba, nada mas escucharlo la mire y mi cara lo decía todo.

Después de todo esto me entere que mi padre había enfermado y que debía volver, le dije a Clara que volvería a verla dentro de un tiempo y me despedí de aquella familia y cerré un capitulo que no volvería a abrir jamas.

Nada mas llegar a Alcázar vi a mi padre y supe que llegaba demasiado tarde, al día siguiente fue su entierro, me dijeron que murió de viejo, no me lo trague y quería saber lo que de verdad ocurrió, por eso le envió esta carta para que me diga lo que ocurrió de verdad ya que usted estuvo con mi padre hasta la muerte y nunca le oculto nada usted, se que mi familia me lo podría decir perfectamente pero ella no esta para que ahora la derrumbe mas aun.

                                          Espero su respuesta. 


Atentamente Lázaro.






lunes, 18 de mayo de 2015

Profecía del Tajo-ODA VII - Fray Luis de León

Explicamos lo que para nosotros nos trasmite este poema, mas abajo

Folgaba el Rey Rodrigo
con la hermosa Cava en la ribera
del Tajo, sin testigo;
el río sacó fuera
el pecho, y le habló desta manera:

«En mal punto te goces,
injusto forzador; que ya el sonido
oyo, ya y las voces,
las armas y el bramido
de Marte, de furor y ardor ceñido.

¡Ay! esa tu alegría
qué llantos acarrea, y esa hermosa,
que vio el sol en mal día,
a España ¡ay cuán llorosa!,
y al cetro de los Godos ¡cuán costosa!

Llamas, dolores, guerras,
muertes, asolamientos, fieros males
entre tus brazos cierras,
trabajos inmortales
a ti y a tus vasallos naturales;

a los que en Constantina
rompen el fértil suelo, a los que baña
el Ebro, a la vecina
Sansueña, a Lusitaña:
a toda la espaciosa y triste España.

Ya dende Cádiz llama
el injuriado Conde, a la venganza
atento y no a la fama,
la bárbara pujanza,
en quien para tu daño no hay tardanza.

Oye que al cielo toca
con temeroso son la trompa fiera,
que en África convoca
el moro a la bandera
que al aire desplegada va ligera.

La lanza ya blandea
el árabe crüel, y hiere el viento,
llamando a la pelea;
innumerable cuento
de escuadras juntas veo en un momento.

Cubre la gente el suelo,
debajo de las velas desparece
la mar; la voz al cielo
confusa y varia crece;
el polvo roba el día y le escurece.

¡Ay!, que ya presurosos
suben las largas naves. ¡Ay!, que tienden
los brazos vigorosos
a los remos, y encienden
las mares espumosas por do hienden.

El Éolo derecho
hinche la vela en popa, y larga entrada
por el Hercúleo Estrecho
con la punta acerada
el gran padre Neptuno da a la armada.

¡Ay, triste! ¿y aun te tiene
el mal dulce regazo? ¿Ni llamado
al mal que sobreviene,
no acorres? ¿Ocupado,
no ves ya el puerto a Hércules sagrado?

Acude, acorre, vuela,
traspasa la alta sierra, ocupa el llano;
no perdones la espuela,
no des paz a la mano,
menea fulminando el hierro insano.»

¡Ay, cuánto de fatiga,
ay, cuánto de sudor está presente
al que viste loriga,
al infante valiente,
a hombres y a caballos juntamente!

Y tú, Betis divino,
de sangre ajena y tuya amancillado,
darás al mar vecino
¡cuánto yelmo quebrado,
cuánto cuerpo de nobles destrozado!

El furibundo Marte
cinco luces las haces desordena,
igual a cada parte;
la sexta, ¡ay!, te condena,
¡oh, cara patria!, a bárbara cadena.


Nuestra opinion:








Por Raúl Montealegre, Emeterio Felguera y Daniel Serrano